Detrás del famoso aviso de “se prohibe fumar”.
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¿Por qué no han prohibido el tabaco?
El tabaco es un producto cuya peligrosidad se fue descubriendo a lo largo de los años. La diferencia entre esta droga y otras no es el nivel de toxicidad, sino la lentitud con la que sus síntomas empiezan a manifestarse y el efecto de la droga sobre el usuario.
A pesar de ser la droga más adictiva, uno no ve a un fumador como un adicto, con la excepción, tal vez, de los fumadores en cadena.
Nuestro estereotipo de adicto se asocia más con los efectos generados por drogas como la mariguana, el ácido lisérgico (LSD), los inhalables, la heroína e incluso el alcohol. Lo que estas sustancias tienen en común es la transformación de un individuo “normal” en uno disfuncional, el cual no tiene control y puede resultar un peligro para sí mismo y los demás, es una persona que, en el mejor de los casos, hace el ridículo y da pena. El tabaco en cambio ha sido asociado con el éxito durante siglos.
Estas sustancias adictivas también tienen efectos negativos para la persona en un tiempo menor al del tabaco y es más fácil hacer la asociación entre el consumo y la enfermedad. Quienes consumen LSD no pueden andar en la calle y pasar desapercibidos, los efectos alucinógenos son inmediatos, las personas están visiblemente alteradas, esto mismo para con la heroína y en menor grado con la mariguana.
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El alcohol, por ejemplo, cuenta historias de adicción por millones, pero es, junto con el tabaco, una droga social.
En prácticamente todas las culturas forma parte de los ritos de paso entre una etapa de la vida y otra, es usada en las reuniones sociales, en la tristeza, en la felicidad, en el aburrimiento, para olvidar y para recordar. Es algo cuyo daño se conoce, pero al ser tan arraigada a la vida humana, se usa con la consciencia de cuota de adictos quienes morirán en accidentes, acabarán con familias, arruinarán bodas o bien, serán motivo de sorna y de anécdota familiar.
Las drogas ilegales han tenido sus momentos históricos de legalidad, sin embargo, el deterioro médico y psicológico es patente desde los pocos años de haber iniciado su consumo y vuelven a ser prohibidas. Quienes usan heroína, ven su vida sometida a la droga en pocos años, les resulta imposible mantener un trabajo, una familia o una vida social. Con los inhalables hay daño cerebral irreversible desde a primera vez que se usan, este puede ir de leve a severo e incluso causar la muerte.
Esas drogas matan más rápido que el tabaco, pero con mucha menos eficacia. A nivel mundial, el alcohol y el tabaco son las sustancias adictivas que más muertes causan y por supuesto que su carácter legal lo facilita. Tan solo del tabaco hablamos de poco más de 6 millones de decesos en un año, eso es más que las muertes causadas por el resto de las drogas juntas, si añadimos los años de discapacidad y la carga económica derivada de su uso, resulta ser una mezcla entre mafioso de grandes ligas y asesino serial.
Entonces, ¿Por qué no se prohíbe como el resto de las drogas?
Debemos considerar lo mencionado al inicio de este texto: los daños causados por el tabaco se han ido descubriendo en las últimas décadas. La relación con el cáncer de pulmón y el enfisema pulmonar fueron las cartas fuertes que podían jugar los médicos contra el consumo de tabaco durante finales del siglo XX y aunque en la actualidad haya cientos de problemas de salud asociados al tabaco, nos enfrentamos al segundo reto: “De algo se tiene uno que morir”.
Para muchos adictos al tabaco, las enfermedades crónico-degenerativas se empiezan a presentar por ahí de la 5ta década de la vida y en muchos casos la relación con el cigarro no se establece nunca. Ante esta perspectiva, un fumador en su juventud ve muy lejos el momento de la muerte y nuestra humanidad nos hace siempre pensar que los males les pasan a otros y que uno es inmune. Entonces, es más fácil verse atrapado por la satisfacción inmediata en cada fumada y no complicarse la vida con futuros apocalípticos. Vaya, ni los fumadores secundarios se van a caer muertos en la calle para señalar con el dedo a los culpables de cigarro en mano.
El aspecto empresarial pesa muchísimo en esta decisión, ya que, contrario al narcotráfico, las tabacaleras hacen miles de millones de dólares al año de manera legal y dan de comer a millones de familias también de manera legal, acabar de tajo con eso es casi imposible.
Muy importante a considerar son las consecuencias de colocar al tabaco como un producto ilegal. De inicio, ya hay tráfico ilícito de cigarros a nivel mundial, de hecho, es uno de los frenos que existen al aumento en los impuestos para estos productos. El mercado negro de productos con tabaco tiene ganancias importantes cuando los cigarros son más caros. Una prohibición haría palidecer las historias del alcohol en los 30’s y crearía cárteles muchas veces más poderosos que los actuales, no olvidemos que esos ya tienen el dinero y el mercado cautivo.
Por último, mencionemos la experiencia obtenida a costa de millones de muertos en la pavorosa e infructuosa guerra contra el narcotráfico. Ese camino es incosteable.
Debemos sacar provecho del estatus de legalidad para hacer las cosas de modo inteligente. Para quienes ya consumen, los caminos son, la suspensión total del consumo o la reducción de daño (de ambas hablaremos en publicaciones posteriores). Para quienes no consumen, el único camino es la prevención. Esta industria se cierra desde abajo, o sea acabando con los clientes. No hay negocio que sobreviva a no vender y para lograrlo se necesita reducir el número de fumadores de millones a cientos de miles y de ahí a miles. Prevenir saca a tus hijos de las estadísticas de enfermos y discapacitados por consumo de tabaco y les deja el camino libre para una vida plena. No empezar a fumar es mucho más fácil que dejar de fumar y tiene efecto directo sobre la producción y venta de tabaco. Eso es ganar-ganar.