Un poco de historia, un poco de geografía, un gran daño en otro producto de tabaco.
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El invento de las pipas de agua se remonta a finales del siglo XVI durante el reinado del emperador hindú Akbar y se le atribuye a un médico llamado Hakim Abul Fath.
Su teoría era que para limpiar el humo y reducir los daños del tabaco se debía de pasar primero por agua.
De acuerdo con la región donde se usan se les da nombres distintos.
- Narghila en Turquía y Siria.
- Shisha y Goza en Egipto y algunas partes de África del norte.
- Hookah en la India.
El funcionamiento es bastante simple. La pipa de agua se compone de los siguientes elementos: La cabeza, el cuerpo, el contenedor del agua, manguera y boquilla.
La mezcla de tabaco que se usa se llama Maassel y se prepara fermentando melaza, glicerina, tabaco y esencia de alguna fruta. El resultado es una pasta maleable que se pone en un pequeño recipiente en la cabeza de la pipa de agua. Encima de ella se coloca un carbón caliente y se separa con un trozo de aluminio con agujeros para evitar que caigan cenizas a la pasta de tabaco.
El humo que se genera viaja por el cuerpo de la pipa y se mezcla con el agua del contenedor calentándola y formando burbujas, el humo se fuma por la manguera.
Las pipas de agua pueden ser individuales o grupales, las hay hasta de 6 mangueras.
Su uso es muy generalizado y gustado en todo el mundo. En Asia y Medio Oriente se usa en casa en sesiones donde participa toda la familia incluidos los niños.
El aroma que desprende y la oportunidad de socializar la han vuelto muy atractiva. Su uso en cafés fue exportado al resto del mundo por inmigrantes y en poco tiempo se volvió una industria no solo de ese grupo étnico.
La publicidad asociada a las pipas de agua las ofrece como una alternativa segura en vez del cigarro y las leyendas de advertencia son mínimas o nulas.
El auge reciente ha despertado el interés de la comunidad científica de occidente y se han hecho estudios para comprobar sus efectos sobre la salud. Los hallazgos, aunque preliminares son preocupantes.
En primer lugar, vamos a hacer una comparación entre fumar un cigarro y una sesión de pipa de agua durante máximo 45 minutos. Aquí algunos de los resultados.
El monóxido de carbonó se elevó 2.7 ppm* en el cigarro contra 23.9ppm en la pipa de agua a los 5 minutos después de la sesión.
*ppm = Partes por millón.
El nivel de nicotina fue similar en ambos con 2.5ng/ml (nanogramos por mililitro).
El total de humo inhalado fue de 1 litro en el cigarro contra 48.6 litros en la pipa de agua.
A pesar de que el agua filtra algunas de las sustancias tóxicas del tabaco, hay muchas que viajan en el humo y se combinan con aquellas que desprende el carbón encendido.
El humo de segunda mano (el que afecta a los no fumadores) es más dañino que el del cigarro, esto a consecuencia del alto nivel de monóxido de carbono, las partículas suspendidas, el resto de las sustancias y el tiempo de exposición, el cual es mucho más elevado que el de fumar un cigarro.
El volumen de humo inhalado en una sesión de pipa de agua equivale al de 100 a 200 cigarros.
Ahora bien, en los países donde se originó hay más estudios y más evidencia sobre los daños a la salud causados por el consumo de este producto.
Dentro de los daños fisiológicos agudos han encontrado afectación al sistema respiratorio, cardiovascular, cavidad oral y dientes. Es especial la relación entre la enfermedad periodontal y el EPOC entre quienes fuman pipas de agua.
El monóxido de carbono en sangre disminuye el nivel de oxígeno que llega al cuerpo y se han dado casos de envenenamiento por este gas.
Se ha encontrado predisposición principalmente al cáncer de cavidad bucal, esófago y pulmón. También hay evidencia de daño al feto y de bajo peso al nacer en bebés de mamás que fumaron pipas durante el embarazo.
Por si fuera poco, el uso de hookahs causa adicción. En estudios hechos en estos mismos países se ha probado que los fumadores presentan abstinencia al tratar de dejar de fumar, desarrollan dependencia y tolerancia a su uso y en muchos casos sirve como precursor para el consumo de cigarros convencionales y otros productos con tabaco, en especial entre los niños, quienes se sienten atraídos por el aroma del humo y la novedad.
En América Latina hay pocos estudios sobre el uso de este aparato y a pesar de ver un incremento en los locales donde se puede consumir, las estadísticas van a tardar un poco.
Aun así, la facilidad de comprar o consumir una pipa de agua, su atractivo social y en medios aunado a una pobre regulación, sienta las bases para un problema de proporciones importantes en pocos años.
Como con el resto de los productos con nicotina, la publicidad se dirige a niños y adolescentes y es imperioso prevenir el inicio del consumo de este y de cualquier otro producto derivado del tabaco.
Si desde el siglo XVI había preocupación por reducir el daño causado por el consumo de tabaco, la evidencia acumulada en 400 años nos debería llevar a evitar a toda costa el uso de pipas de agua y el resto de los parientes cercanos y lejanos.
Referencias
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